Buenas tardes hermanos. Me registro en este foro porque ando desorientado y terriblemente compungido por un acto del que no me enorgullezco.
Resulta que esta semana, al estar yo de vacaciones, mi vecino, que además es el párroco y mi confesor de la Iglesia a la que asisto semanalmente, me dejó al cuidado su mascota porque tenía que ausentarse un par de días a su tierra por asuntos familiares. Se trataba de una preciosa cría de gato persa.
Hasta aquí todo bien pero esta misma mañana, al llegar del trabajo bastante irritado por los resultados en bolsa de mi empresa y por la actitud lujuriosa e insinuante que mi secretaria mantiene hacia mí, cerré la puerta del pasillo dando un tremendo portazo, que es algo que siempre me desestresa. Pero esta vez la mala suerte me jugó una muy mala pasada. Justo antes del portazo, el gato pasaba por la puerta con tan mala fortuna que en el momento del golpe bueno... digamos que sólo pasó al otro lado la cabeza del gato... el resto... quedó en el salón.
Fue un momento de shock, me quedé paralizado por el terror viendo la imagen del pobre y decapitado gatito soltando sangre con el cuerpo aún moviéndose por los espasmos y poniéndome perdido el parquet. Mi única reacción fue meter el cuerpo y la cabeza en una bolsa de basura y dejarlo en la terraza hasta que piense qué puedo hacer.
¿Por qué me pasan estas cosas? Ya me pasó algo parecido el verano pasado en Brasil. Esto no puede ser. Soy un cristiano ejemplar, asisto a Misa todos los domingos, me confieso periódicamente pero esto es el acabóse ¿Por qué sólo les pasan cosas malas a le gente buena?. Es el gato de mi párroco, vecino y amigo ¿Qué puedo hacer? Necesito consejo, ayuda, creo que me va a dar algo. ¿Compro otro gato igual? ¿Se lo confieso? Estoy desesperado.
Puffff... Me mata, el párroco me mata...
¿Qué hago?